Como los discípulos de Emaús empezamos a caminar, pero el primer territorio donde dejaremos huellas, será la propia cotidianidad. Sólo en la vida de cada día se puede hacer verdadera experiencia de Dios, sólo en la cotidianidad, el joven se puede dejar encontrar por el Señor; se puede dejar amar y salvar por Él.
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